Vistas de página en total

martes, 31 de diciembre de 2013

Los amores de mi vida...

Estoy rota otra vez, y creo que vale la pena escribir un poco para poder sacar todo esto que traigo dentro, e infortunadamente... Esperaba.

He guardado tantos dolores, que ahora se amontonan queriendo salir y si no les abro la puerta, sin duda alguna me matarán.

Bendito sea Dios, que cuando niña yo fui, al menos el dolor no conocí, y eso sirvió para que al menos pudiera enfrentar el por venir. El problema comenzó cuando crecí... De todo lo que huía, eso viví.

Once años y Guillermo apareció, nada importante, pero la desgracia comenzó, todo en lo oculto, tanto que al final, ninguno se enteró.

Trece años y Arturo llegó. Estaba dispuesta a darle mi vida, yo era una niña y el ya no... Nueve años, diez meses y veintiocho días hacían la diferencia, el sabía que era sufrir por amor, y porque tu amor corriera en pos de otro, y con toda su malicia, dudó de mi inocencia, como ya les dije, yo era una niña... Después crecí y me di cuenta que el amor de una niña cambia cuando se convierte en mujer... Y aún así nadie me quiere creer, pero les juro por la vida y los días que quedan en mi haber, que a esa edad todo es diferente y cambia, porque si así no fuese, yo seguiría con él. Si la ilusión hubiese sido amor, estaría con el... Por la vida misma, estaría sólo para él.

Quince años y Jonathan apareció, llegó a una nueva escena, a una nueva verdad. Fue tan directo, debo admitirlo, y era tan alto, no puedo fingirlo. Era el perfecto, el indicado, el adecuado, tan adecuado que era para otra, menos para mi... Para mi sólo fueron sus besos amargos al decirme adiós... La amistad que perdí, no valió la pena por el.

Dieciséis años y llegó Tomás, tan alto, tan ácido, pero lo que me cautivó fue su madurez... Con el comprendí que el amor es controlar a la pasión para utilizarla apropiadamente, que cuando es alguien muy grande con alguien tan pequeño como lo era yo, el mayor acto de amor es decir que no... Sin embargo, este amor solamente es temporal, porque siempre alguien se cansara de dar. Y sin aprender está lección, otro amor llegó... Nicolás, un desdichado, que logró ser momentáneamente feliz a costa de mi desgracia... Y cómo ya os dije: alguien siempre se cansara primero de dar más.

Diecisiete años y la locura comenzó, apareció un amor verdadero, completo, hermoso, inigualable, pero tan mortífero, que casi no llego a hoy para contaros mi triste y amarga historia. Arístides figuró en escena, tan regio y prepotente que ni tiempo me dio de saber que ya estaba con el. Con el aprendí que podía ir del cielo al infierno en tan sólo un segundo, que el amor hay que separarlo, limpiarlo y cultivarlo... Que el amor es cosa de dos y no de uno... Aprendí que decir adiós es también parte del amor, y que el dolor de unos es necesario para que otros sean realizados... Aprendí a ser mujer...

Amigos míos, os juro que ha sido tanto el dolor, que estoy a punto de no escribir el motivo principal de mi desdicha, porque me rehuso tanto a vivirla, que la estoy sufriendo y no he ni prestado atención.

Amados míos, les juro que soy joven en años, pero pareciera que una vieja les escribe porque hace siglos que mi destino fue marcado y no lo puedo alterar.

Después de Arístides, cuando estaba plena para encontrarme conmigo misma, otro torbellino apareció, y nada bueno dejó... Justo cuando recién pegaba mi corazón, fue roto otra vez, y yo ya sabía que vendría, pero no lo quise ver. Después de Arístides juré a Dios que si decidía amar otra vez sería para toda la eternidad, aunque eso me costara vivir en soledad... Había sufrido seis amores maltrechos... Ya no necesitaba mas. La ciencia dice que una mujer siete veces ama o su vida no es completada, y cómo un gato, me jugué la última vida que quedaba en mi haber.

Dieciocho años, seguía algo rota y amargada, y de pronto salió a escena un ser tan bello por fuera, que aún ahora juro que era un sueño que se convirtió en realidad... Era tan bello que me volví adicta a el, era tan bello por fuera, que sólo eso era lo que tenía, pues su interior parecía un libro abierto, pero estaba tan hermético, que cuando todo salió a la luz, fue demasiado tarde... Yo no lo quería perder, pero el pasado me había hecho tanto daño que necesitaba darme cuenta que era verdad, sin embargo el no supo esperar.

Ahora tengo veinte años y sé que no volveré a amar, mi corazón pertenece a alguien que no lo quiere aceptar, y mi juramento cumplido ha de ser... Posiblemente mi destino siempre había sido este, pero yo no había querido admirarlo... Tengo veinte años y solamente tengo la esperanza de que algún día todo mi pasado se borrara.

Tengo veinte años pero jamás nunca tendré una familia, no tengo a Nadie a quién alimentar, ni por quién velar. Sólo quedo yo con mis fantasmas y mi armoniosa soledad.

Para mi dolor, corrí en busca de mi amado y no lo hallé, lo busqué por todas partes y el no estaba ahí, no existe aquel que ama mi alma... Simplemente no existe para mi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario